domingo, 20 de septiembre de 2020

El polen: ¿amigo o enemigo?

 



El polen: ¿amigo o enemigo?

Achís! Para millones de personas, este sonido, sumado a la irritación y la secreción acuosa de los ojos y la nariz, anuncia la llegada de la primavera. El desencadenante es, por lo general, el polen ambiental. En efecto, es un elemento clave de la rinitis alérgica estacional (también conocida como fiebre del heno), afección que, según la revista BMJ (antes British Medical Journal), padece 1 de cada 6 habitantes del mundo industrializado. Una proporción nada sorprendente, teniendo en cuenta la enorme cantidad de polen que se libera en la atmósfera.

Los científicos calculan que los bosques de píceas del tercio sur de Suecia producen 75.000 toneladas de polen al año. Una sola planta de ambrosía —la pesadilla de los alérgicos de Norteamérica— puede liberar en un solo día un millón de granos, que se dispersan con el viento, llegando a alcanzar tres kilómetros de altura y a alejarse 600 kilómetros de la costa.

Ahora bien, ¿por qué causan estos diminutos granos una reacción alérgica en algunas personas? Antes de abordar esta cuestión, examinémoslos y veamos su sorprendente diseño.

Polvillo de vida

De acuerdo con The Encyclopædia Britannica, el polen se “forma en la antera, parte del órgano reproductor masculino de las fanerógamas (plantas con semillas), y el viento, el agua, los insectos y otros agentes lo transportan al pistilo, el órgano femenino, donde tiene lugar la fecundación”.

El polen de las angiospermas (plantas con flores) consta de tres secciones: el núcleo, que contiene los gametos (células sexuales), y dos membranas protectoras. Aunque su capacidad de germinación es —salvo raras excepciones— de solo días o semanas, la capa externa del grano es muy dura y resiste ácidos, álcalis e incluso altas temperaturas. Dado que llega a permanecer intacta miles de años, en el suelo se encuentra polen en abundancia. De hecho, los científicos han aprendido mucho sobre la historia botánica del planeta estudiando los granos hallados en muestras de tierra tomadas a diferentes profundidades.

 

Esta historia es bastante exacta gracias a que la pared externa de los granos posee un dibujo peculiar, el cual, dependiendo de la variedad, puede ser liso o presentar diversos relieves, tales como estrías, púas y protuberancias. “Por ello, a la hora de identificar una especie, el polen es tan fiable como una huella dactilar”, afirma el profesor de Antropología Vaughn M. Bryant, hijo.

Cómo se produce la polinización


Cuando el grano entra en contacto con una parte del pistilo llamada estigma, se produce una reacción química que conduce a que se hinche el grano y a que de él crezca el tubo polínico, por el que se desplazan los gametos hasta llegar al óvulo y fecundarlo. De este modo surge una semilla que, una vez madura, germinará si se encuentra en el lugar adecuado.

Algunas fanerógamas presentan exclusivamente órganos masculinos o, por el contrario, femeninos; pero lo cierto es que la mayoría contienen ambos, de modo que elaboran tanto polen como óvulos. Determinadas plantas recurren a la autopolinización, y otras a la polinización cruzada, es decir, a la transferencia de polen a otros individuos de especie igual o semejante. Estas últimas “suelen evitar la autopolinización liberando el polen antes o después de la maduración de sus propios estigmas”, señala The Encyclopædia Britannica. Otras plantas disponen de medios para diferenciar químicamente su propio polen del de sus congéneres. Si detectan un grano originado por ellas mismas, lo inhiben, casi siempre deteniendo el crecimiento del tubo polínico.

En las zonas de gran variedad vegetal hay un auténtico cóctel de pólenes. ¿Cómo consigue cada especie justo el que necesita? Algunas, como los pinos, se valen de complejos principios de aerodinámica.

Producto del viento

Los órganos reproductores masculinos del pino crecen agrupados y, cuando maduran, liberan al aire gran cantidad de polen. Los científicos han descubierto que las piñas (conos femeninos), junto con las agujas que las rodean, canalizan el flujo de aire de tal forma que el polen se arremolina y se deposita en la parte reproductora de las escamas de la piña, las cuales se separan ligeramente cuando esta se encuentra lista para la polinización.

 



El investigador Karl J. Niklas realizó pruebas exhaustivas sobre la aerodinámica y el ingenioso diseño de las piñas. En la revista Investigación y Ciencia escribió: “Nuestras investigaciones revelan que la forma específica de la piña producida por cada pino se traduce en una serie de modificaciones idiosincrásicas [distintivas] de los patrones del flujo de aire [...]. Análogamente, cada clase de polen tiene un tamaño, una forma y una densidad específicos, por lo que interactúa a su manera con la turbulencia”. ¿Es eficaz esta técnica? Niklas afirma: “La mayoría de las piñas estudiadas por nosotros filtraban su ‘propio’ polen, pero no el de otras especies”.

Afortunadamente para los alérgicos, no todas las plantas se polinizan por la acción del viento. En muchos casos intervienen los animales.

Seducidos por el néctar

Algunas plantas se valen de ganchos, púas o fibras pegajosas para adherir el polen a los insectos, aves y pequeños mamíferos que acuden a ellas en busca de comida. Uno de tales transportistas, el abejorro, lleva sobre su velludo cuerpo hasta 15.000 granos en un solo viaje.

De entre todos los polinizadores de las angiospermas sobresale la abeja, que recibe a cambio de sus servicios dulce néctar y nutritivo polen, alimento este último que le aporta proteínas, vitaminas, minerales y grasas. En una extraordinaria labor de equipo, estos insectos visitan más de cien flores en cada viaje, durante el cual recogerán polen o néctar de la misma especie hasta obtener suficiente o agotar las existencias. Este sorprendente 
 
y peculiar comportamiento instintivo garantiza una adecuada polinización.

Engañados por las flores

En lugar de realizar un dulce intercambio, algunas plantas recurren a elaboradas tretas para obligar a los insectos a polinizarlas. Pensemos en la Drakaea elastica, orquídea natural de Australia Occidental cuyo pétalo inferior, llamado labelo, resulta idéntico —incluso para el ojo humano— a ciertas avispas, las orondas hembras sin alas de los tínidos. La flor llega al punto de imitar la feromona que estas emplean como atrayente sexual. En el extremo de un pequeño tallo, justo sobre este reclamo tan seductor, se hallan unos depósitos pegajosos repletos de polen.

El macho, atraído por el olor de la feromona de imitación, se aferrará a su “compañera” y tratará de llevársela volando. Al tomar impulso, sin embargo, se elevará con ella y ambos chocarán contra los pegajosos sacos polínicos. Al ver su error, soltará el señuelo —que está bien unido a una especie de resorte que lo devuelve a su lugar— y remontará el vuelo. No tardará en caer de nuevo en el ardid.

Sin embargo, una vez que las avispas hembras salgan de sus pupas subterráneas, el macho irá tras ellas y no tras las impostoras. Oportunamente, la orquídea florece varias semanas antes de la eclosión.

El porqué de las alergias


¿Por qué son alérgicas al polen algunas personas? Cuando estos diminutos granos entran por la nariz, quedan atrapados en la mucosidad nasal. De allí pasan a la garganta, donde o bien son tragados, o bien expulsados al toser, por lo general sin complicación alguna. A veces, sin embargo, activan el sistema inmunológico.

El problema radica en las proteínas de ciertos pólenes, que son vistas por el sistema inmunológico del alérgico como nocivas. En tal caso se inicia una reacción en cadena en la que las células cebadas, presentes en el tejido conjuntivo, liberan una enorme cantidad de histamina. Esta dilata los vasos sanguíneos y los hace más permeables, permitiendo que salgan al exterior fluidos ricos en células inmunológicas. En circunstancias normales, dichas células viajan a la herida o al foco de infección para colaborar en la eliminación de los dañinos invasores. En el organismo del alérgico, sin embargo, el polen desencadena una falsa alarma, lo que se traduce en inflamación, irritación y secreción nasal, y ojos llorosos.

Los investigadores creen que la propensión a ser alérgico es hereditaria, aunque quizá no se relacione con un alérgeno específico. Otro factor desencadenante también podría ser la contaminación. “En Japón se descubrió una relación directa entre la sensibilidad al polen y el hecho de residir en zonas con niveles elevados de partículas originadas por la combustión de gasóleo que, de acuerdo con experimentos realizados con animales, propician la sensibilidad a ciertos alérgenos”, afirma la revista BMJ. 

Afortunadamente, los antihistamínicos alivian los síntomas de muchos alérgicos.  Como su nombre indica, estos fármacos contrarrestan la acción de la histamina. Sin embargo, pese a que el polen causa cierta irritación, es imposible no quedar maravillado por el ingenio evidente tanto en el diseño como en los métodos de dispersión de este polvillo de vida, sin el cual la Tierra sería un planeta totalmente estéril.

miércoles, 16 de septiembre de 2020

 

               

Aliméntese bien

“Coma comida. No coma demasiado. Sobre todo, coma vegetales.” Con estas palabras, el periodista Michael Pollan encapsula una recomendación dietética muy sencilla que ha superado la prueba del tiempo. ¿En qué consiste?

Consuma alimentos frescos. Propóngase comer comida “de verdad” —alimentos integrales y frescos que el hombre ha consumido durante milenios—, en vez de los modernos alimentos procesados. Los productos preenvasados y los que se sirven en restaurantes de comida rápida suelen tener un alto contenido de azúcar, sal y grasa, lo cual se relaciona con las enfermedades cardíacas, los derrames cerebrales, el cáncer y otras patologías graves. Pruebe a cocinar al vapor, hornear y asar los alimentos en lugar de freírlos. Use más hierbas y especias para reducir el consumo de sal. Asegúrese de que las carnes estén bien cocinadas y nunca ingiera comida en mal estado.

No coma demasiado. La Organización Mundial de la Salud (OMS) informa del peligroso aumento en todo el mundo del número de personas con sobrepeso y obesas, debido en muchos casos a comer en exceso. Un estudio reveló que en ciertas partes de África “hay más niños con sobrepeso que desnutridos”. Los niños obesos corren el riesgo de padecer problemas de salud, como diabetes, ahora y en el futuro. Padres: den ejemplo a sus hijos limitando las porciones que ustedes mismos ingieren.

Coma sobre todo vegetales. Un menú balanceado consiste en más frutas, verduras y granos integrales que carnes y almidones. Sustituya la carne por pescado una o dos veces a la semana. Reduzca el consumo de alimentos refinados, como pastas, pan y arroz blancos, que han perdido gran parte de su valor nutritivo. Pero evite las dietas de moda que puedan ser peligrosas. Padres: preserven la salud de sus hijos creándoles el gusto por los alimentos sanos. Por ejemplo, en vez de darles papas fritas o caramelos para picar entre comidas, denles frutos secos, y frutas y hortalizas frescas bien lavadas.

Beba mucho líquido. Tanto los adultos como los niños necesitan beber en abundancia agua y otros líquidos no azucarados todos los días, en especial cuando hace calor y cuando están realizando trabajo físico o haciendo ejercicio. Los líquidos favorecen la digestión, desintoxican el organismo, embellecen la piel y ayudan a adelgazar. Contribuyen a que uno se sienta y se vea formidable. Evite el exceso de alcohol y de bebidas azucaradas. Una sola gaseosa o refresco al día puede añadirle unos 7 kilos (15 libras) al año.

Conseguir agua potable en algunos países es una tarea ardua y costosa; aun así, su consumo es vital. El agua contaminada debe hervirse o tratarse mediante sustancias químicas. Se dice que el agua sucia mata más gente que las guerras o los terremotos: 4.000 niños mueren cada día por su culpa. La OMS recomienda dar exclusivamente leche materna a los bebés durante los primeros seis meses de vida, y luego complementar la lactancia con otros alimentos hasta que cumplan por lo menos dos años.

sábado, 21 de diciembre de 2013

Las plantas: valiosa fuente de medicamentos

Las plantas: valiosa fuente de medicamentos
Los especialistas calculan que una cuarta parte de los productos farmacéuticos de los que la gente depende hoy día comenzaron, total o parcialmente, como sustancias químicas presentes en las plantas. Este es un hecho al que con frecuencia aluden los promotores de diversos remedios a base de hierbas.
La Aspirina se Obtiene del Sauce Blanco 
La investigación realizada con plantas medicinales se concentra mayormente en aislar los ingredientes activos. Un ejemplo destacado de ello es la aspirina, derivado de la salicina, presente en la corteza del sauce blanco.

Una vez aislados, los ingredientes activos de la planta se pueden administrar en dosis adecuadas y más precisas. Como señala cierta obra: “Es más fácil tomarse una píldora que consumir suficiente corteza de sauce blanco para lograr los resultados de la aspirina o que ingerir suficiente digital para producir todos los efectos beneficiosos de la digitalina”.

Ahora bien, aislar el ingrediente activo tiene sus inconvenientes. Podría significar, por una parte, perder cualquier valor nutritivo o posible efecto medicinal de las demás sustancias de la planta. Por otra parte, algunos organismos que causan enfermedades se han hecho resistentes a los fármacos que los atacan.

Quino, árbol del que se extrae la quinina
La quinina, una sustancia procedente de la corteza del quino, sirve para ilustrar los efectos contraproducentes de aislar el compuesto activo de una planta medicinal. Aunque la quinina mata un alto porcentaje de los parásitos causantes del paludismo, los que quedan vivos se multiplican en grandes cantidades. Una obra de consulta señala: “Tal resistencia es objeto de gran preocupación en el campo de la medicina”.

viernes, 20 de diciembre de 2013

Qué hacer si su hijo tiene fiebre

Qué hacer si su hijo tiene fiebre
“No me siento bien.” Cuando su hijo se queja así, lo primero que usted tal vez haga sea tomarle la temperatura. Y si tiene fiebre, quizá se preocupe, lo cual es comprensible.
Según un estudio realizado por el Hospital Infantil Johns Hopkins, de Baltimore (Maryland, EE.UU.), el 91% de los padres creen que “hasta una fiebre relativamente moderada podría tener al menos un efecto dañino, como convulsiones o daño cerebral”. Además, “el 89% de los padres les dieron a sus hijos medicamentos para bajar la fiebre antes de que esta llegara a los 102 grados Fahrenheit (38,9 grados Celsius)”.
Ahora bien, ¿hasta qué punto debería usted alarmarse si su niño tiene fiebre? Y ¿cuáles son las mejores formas de tratarla?
La importante función de la fiebre
¿A qué se debe la fiebre? La temperatura normal del cuerpo (medida en la boca) es de unos 37 °C (98,6 °F), aunque es común que varíe un grado o más en el transcurso del día,* por lo que quizás sea más baja por la mañana y suba un poco por la tarde. El encargado de regular la temperatura corporal es el hipotálamo, situado en la base del cerebro, y funciona de manera muy similar a un termostato. Cuando el sistema inmunológico, al parecer en respuesta a una invasión de bacterias o virus, libera en la sangre unas sustancias llamadas pirógenos, el hipotálamo “sube” el nivel de la temperatura.
Es importante Hidratar con suero Oral
Aunque la fiebre produce incomodidad y deshidratación, no es necesariamente perjudicial. De hecho, de acuerdo con la Mayo Foundation for Medical Education and Research, parece que la fiebre cumple una función esencial para que el cuerpo se deshaga de las infecciones bacterianas y virales. “A los virus del resfriado y otras infecciones respiratorias les gusta el ambiente fresco. Al producir una leve fiebre, es posible que en realidad el cuerpo esté favoreciendo la eliminación de los virus”, afirma dicha institución. Esta añade que, por ello, “reducir una fiebre leve es innecesario y tal vez estorbe los mecanismos naturales de curación de su hijo”. Como dato de interés, un hospital mexicano incluso trata ciertas enfermedades elevando la temperatura corporal, tratamiento conocido como hipertermia.
El doctor Al Sacchetti, del Colegio Americano de Médicos de Urgencias, explica: “Raras veces la fiebre misma es un problema. No obstante, es una señal de que puede haber una infección. Por lo tanto, cuando un pequeño tiene fiebre, la atención debería concentrarse en el niño y en la posible infección, no en la lectura del termómetro”. La Academia Americana de Pediatría señala: “En general, no es necesario tratar fiebres que estén por debajo de los 101 °F (38,3 °C), a menos que su hijo se sienta incómodo o haya sufrido convulsiones febriles. Incluso temperaturas más elevadas no son en sí mismas peligrosas o significativas, a no ser que su hijo haya tenido convulsiones o padezca una enfermedad crónica. Es más importante vigilar el comportamiento del niño. Si come y duerme bien y tiene ganas de jugar, es probable que no necesite ningún tratamiento”.
Cómo tratar una fiebre leve
Lo anterior no significa que no pueda hacerse nada para ayudar al niño. Algunos especialistas ofrecen los siguientes consejos para tratar una fiebre leve: mantener la habitación del niño agradablemente fresca. Vestirlo con ropa liviana (el calor excesivo puede aumentar la fiebre). Animar al niño a tomar mucho líquido, como agua, jugos de fruta diluidos y sopa, pues la fiebre puede causar deshidratación (las bebidas con cafeína, como las colas y el té negro, son diuréticas y podrían agravar la deshidratación).* No dejar de dar el pecho a los bebés. Y por último, evitar alimentos difíciles de digerir, ya que la fiebre disminuye la actividad del estómago.
Cuando la temperatura corporal sobrepasa los 38,9 °C (102 °F), suele administrarse al niño un antifebril de venta sin receta, como el paracetamol o el ibuprofeno. Con todo, es importante seguir las indicaciones de la etiqueta sobre la dosis (a los niños menores de dos años no se les debe dar ningún medicamento sin consultar al médico). Las medicinas contra la fiebre no son antivirales, por lo que no aceleran la recuperación del niño en caso de resfriado o enfermedades parecidas, aunque sí alivian el malestar. Algunos especialistas recomiendan que a los menores de 16 años no se les dé aspirina para bajar la fiebre, pues está vinculada con el síndrome de Reye, una enfermedad potencialmente mortal.*
También se puede disminuir la fiebre con un baño de esponja, en el que se sienta al pequeño en una tina con unos centímetros de agua tibia y se le pasa una esponja (o toalla) húmeda (no lo frote con alcohol, pues puede ser tóxico).
El recuadro adjunto contiene información útil para decidir en qué momento llamar al médico. La atención médica es de importancia especial en zonas donde predominan infecciones virales como el dengue, el Ebola, la fiebre tifoidea o la fiebre amarilla.
En términos generales, pues, lo mejor es procurar la comodidad del chico. Recuerde que es raro que la fiebre suba tanto que cause daño neurológico o muerte, y que ni siquiera las convulsiones febriles —aunque alarmantes— suelen producir efectos permanentes.
Claro está, más vale prevenir que curar, y una de las formas más eficaces de proteger a su hijo de infecciones es enseñándole reglas básicas de higiene. Los niños deben aprender a lavarse las manos a menudo, sobre todo antes de comer, después de ir al baño, después de haber estado entre mucha gente en un lugar público y después de acariciar animales. Si, a pesar de todos sus esfuerzos, a su pequeño le da una fiebre leve, no se alarme. Como hemos visto, es mucho lo que usted puede hacer para su recuperación.

Llame al médico si el niño

▪ tiene tres meses de edad o menos y su temperatura rectal es de 38 °C (100,4 °F) o más
▪ tiene entre tres y seis meses de edad y su temperatura es de 38,3 °C (101 °F) o más
▪ es mayor de seis meses y su temperatura es de 40 °C (104 °F) o más
▪ no quiere líquidos y presenta síntomas de deshidratación
▪ tiene convulsiones o está muy decaído
▪ sigue con fiebre después de setenta y dos horas
▪ llora inconsolablemente o da señales de confusión o delirio
▪ tiene un sarpullido, dificultad para respirar, diarrea o vómitos frecuentes
▪ tiene rigidez en el cuello o un fuerte y repentino dolor de cabeza

jueves, 19 de diciembre de 2013

Decisiones que repercuten en la salud

Decisiones que repercuten en la salud
COMER bien y mantenerse en forma supone a menudo un desafío. Debido a las presiones de hoy día, parece más ventajoso comer a base de alimentos precocinados que preparar platos con ingredientes frescos, y más fácil ocupar el tiempo libre enfrente del televisor o de la computadora que practicando ejercicio físico. Decidirse por estas opciones, no obstante, puede estar condenando a un creciente número de adultos y de niños a graves problemas de salud.
Según la revista Asiaweek, en el continente asiático, “las dietas ricas en grasas y el aumento de las actividades sedentarias están causando una epidemia de diabetes”. Resulta inquietante que dicha enfermedad esté afectando a miembros cada vez más jóvenes de la sociedad. En Canadá, “los investigadores descubrieron que solo 1 de cada 7 preadolescentes ingiere las cantidades necesarias de frutas y verduras, [y] que solo poco más de la mitad juega hasta el punto de sudar”, informa The Globe and Mail. Este estilo de vida vuelve a los chicos “sumamente propensos a padecer una enfermedad cardíaca antes de llegar a los 40”, afirma el artículo.

Asimismo, los expertos en el tema del sueño indican que los adultos quizá necesiten dormir unas ocho horas cada noche, y los jóvenes, todavía más. De hecho, en un estudio realizado por la Universidad de Chicago, los muchachos sanos que solo habían dormido cuatro horas durante seis noches seguidas comenzaron a dar muestras de problemas médicos normalmente relacionados con la tercera edad. Aunque son muchas las personas que sacrifican valiosas horas de sueño a causa del trabajo, los estudios o el placer, los resultados pueden ser contraproducentes. “Una cosa es funcionar —señala James Maas, investigador del sueño de la Universidad Cornell de Nueva York—, y otra muy distinta es estar alerta, ser creativo y no sufrir ataques involuntarios de sueño cuando se está conduciendo por la autopista.”
Naturalmente, existen otros factores que también repercuten en nuestro bienestar físico. Tener una actitud optimista, por ejemplo, es beneficioso para la salud. Y contar con un verdadero propósito en la vida puede motivarnos a tomar decisiones que contribuyan a mantenernos sanos.

martes, 17 de diciembre de 2013

Seis medidas para proteger la salud

Seis medidas para proteger la salud
Soluciones para los países en desarrollo
A MUCHAS personas les resulta difícil mantenerse limpias, sobre todo en lugares donde escasean el agua potable y los sistemas de saneamiento adecuados. Con todo, la higiene vale la pena, pues más de la mitad de los casos de enfermedad o muerte en la primera infancia se deben a microbios que se introducen en el organismo al tocarse la boca con las manos sucias o al ingerir alimentos o agua contaminados. Las siguientes recomendaciones que ofrece la publicación del UNICEF titulada Para la vida contribuyen a prevenir numerosos problemas de salud, en particular la diarrea.
1 Eliminar higiénicamente los excrementos
Los excrementos están llenos de microbios que pueden ingerirse y ocasionar enfermedades si tienen contacto con el agua, los alimentos, las manos o los utensilios y superficies donde se prepara y sirve la comida. La mejor forma de prevenir la propagación de tales microbios es eliminar por
Letrina Sanitaria Ecologica
completo los excrementos. Para ello hay que hacer uso de los retretes o las letrinas y asegurarse de que no haya estiércol cerca de las viviendas, caminos o donde juegan los niños.
Si no hay retretes o letrinas, tienen que enterrarse inmediatamente las heces, incluidas las de los lactantes, pues portan bacterias que pueden originar enfermedades.
Limpiar periódicamente las letrinas y mantenerlas cubiertas. Cuando se use el inodoro, hay que asegurarse de dejarlo limpio.
2 Lavarse las manos
Lavarse las manos regularmente. No basta con enjuagarse las manos; a fin de eliminar los microbios hay que frotarlas con agua y jabón o con agua y ceniza.
Es importante lavarse las manos después de defecar o de limpiar a un lactante (o cualquier niño) que acabe de defecar. También hay que hacerlo después de tocar algún animal y antes de manipular alimentos o dar de comer a un pequeño.
Lavarse las manos protege de las enfermedades que causan unos pequeños gusanos visibles solo con microscopio. Estos viven en los excrementos, la orina, la superficie del agua y el suelo, así como en la carne cruda o poco cocinada. A fin de que no entren en el organismo es esencial lavarse las manos. Además, llevar calzado cerca de las letrinas impide que tales gusanos penetren en el cuerpo a través de la piel de los pies.
Los niños suelen llevarse las manos a la boca, así que conviene lavárselas a menudo, sobre todo después de defecar y antes de comer. Hay que enseñarles a lavarse las manos y a no jugar cerca de la letrina, el retrete y otros lugares donde se depositen excrementos.
3 Lavarse la cara todos los días
Para prevenir las infecciones oculares hay que lavarse la cara con agua y jabón todos los días. Lo mismo es aplicable a los niños. Una cara sucia atrae a las moscas, las cuales portan bacterias que producen infecciones oculares e incluso ceguera.
Es conveniente revisar los ojos de los niños con frecuencia. Si están húmedos y brillantes, son un indicativo de buen estado físico; pero si se observa sequedad, enrojecimiento, irritación o secreción, debe acudirse a un médico u otro profesional de la salud.
4 Utilizar solamente agua limpia
Las familias que disponen de agua limpia y la mantienen libre de gérmenes sufren menos enfermedades. El agua probablemente será potable si proviene de un sistema de tuberías bien construidas y conservadas, o de pozos o manantiales limpios. En cambio, si procede de lagunas, ríos y depósitos o pozos abiertos es fácil que esté contaminada, aunque puede utilizarse hirviéndola primero.
Hay que mantener los pozos tapados. Conviene lavar con regularidad los baldes, cuerdas y jarras que se utilicen para recoger y almacenar agua, y no dejarlos en el suelo, sino en un lugar limpio. Los animales tienen que mantenerse lejos de las fuentes de agua potable y de las viviendas. No se deben usar pesticidas ni otros productos químicos cerca de dichas fuentes.
En el hogar, el agua debe guardarse en un recipiente limpio y tapado. Lo ideal es que el envase cuente con un grifo; de no ser así, habrá que sacar el agua con un cucharón o taza limpios, sin tocarla nunca con las manos sucias.
5 Proteger los alimentos de los microbios
La buena cocción elimina los gérmenes. Es preciso que los alimentos estén bien cocinados, sobre todo las carnes. Las bacterias se reproducen con rapidez en la comida tibia. Por ello, hay que consumirla en cuanto esté lista. En el caso de que haya que guardar un alimento preparado durante más de dos horas, tiene que conservarse en un lugar frío o caliente, y si se va a consumir en otra ocasión, ha de cubrirse. Esta medida protege la comida de moscas y demás insectos. Cuando va a consumirse la comida, hay que recalentarla.
La leche materna es la mejor y la más segura para los lactantes y los niños de corta edad. La leche de origen animal pasteurizada o recién hervida es más segura que la que no se ha hervido. No deben utilizarse biberones a menos que se hiervan antes de cada uso, pues suelen contener microbios que provocan diarrea. Es mejor amamantar a los niños o emplear un recipiente limpio y abierto.
Es importante lavar la fruta y las hortalizas con agua limpia, sobre todo si los bebés y los niños pequeños van a ingerirlas crudas.
6 Eliminar todos los desperdicios domésticos
Los microbios son propagados por moscas, cucarachas, ratas y ratones, que suelen vivir entre desperdicios. Si en la comunidad no hay servicio de recolección de basura, los desperdicios domésticos se echarán en un hoyo y se quemarán a diario. Las viviendas tienen que mantenerse limpias y sin desechos.
Quienes sigan con constancia estas recomendaciones verán que en poco tiempo se convierten en parte de sus tareas cotidianas. No son difíciles ni requieren mucho dinero, y protegerán su salud y la de su familia.

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