sábado, 21 de diciembre de 2013

Las plantas: valiosa fuente de medicamentos

Las plantas: valiosa fuente de medicamentos
Los especialistas calculan que una cuarta parte de los productos farmacéuticos de los que la gente depende hoy día comenzaron, total o parcialmente, como sustancias químicas presentes en las plantas. Este es un hecho al que con frecuencia aluden los promotores de diversos remedios a base de hierbas.
La Aspirina se Obtiene del Sauce Blanco 
La investigación realizada con plantas medicinales se concentra mayormente en aislar los ingredientes activos. Un ejemplo destacado de ello es la aspirina, derivado de la salicina, presente en la corteza del sauce blanco.

Una vez aislados, los ingredientes activos de la planta se pueden administrar en dosis adecuadas y más precisas. Como señala cierta obra: “Es más fácil tomarse una píldora que consumir suficiente corteza de sauce blanco para lograr los resultados de la aspirina o que ingerir suficiente digital para producir todos los efectos beneficiosos de la digitalina”.

Ahora bien, aislar el ingrediente activo tiene sus inconvenientes. Podría significar, por una parte, perder cualquier valor nutritivo o posible efecto medicinal de las demás sustancias de la planta. Por otra parte, algunos organismos que causan enfermedades se han hecho resistentes a los fármacos que los atacan.

Quino, árbol del que se extrae la quinina
La quinina, una sustancia procedente de la corteza del quino, sirve para ilustrar los efectos contraproducentes de aislar el compuesto activo de una planta medicinal. Aunque la quinina mata un alto porcentaje de los parásitos causantes del paludismo, los que quedan vivos se multiplican en grandes cantidades. Una obra de consulta señala: “Tal resistencia es objeto de gran preocupación en el campo de la medicina”.

viernes, 20 de diciembre de 2013

Qué hacer si su hijo tiene fiebre

Qué hacer si su hijo tiene fiebre
“No me siento bien.” Cuando su hijo se queja así, lo primero que usted tal vez haga sea tomarle la temperatura. Y si tiene fiebre, quizá se preocupe, lo cual es comprensible.
Según un estudio realizado por el Hospital Infantil Johns Hopkins, de Baltimore (Maryland, EE.UU.), el 91% de los padres creen que “hasta una fiebre relativamente moderada podría tener al menos un efecto dañino, como convulsiones o daño cerebral”. Además, “el 89% de los padres les dieron a sus hijos medicamentos para bajar la fiebre antes de que esta llegara a los 102 grados Fahrenheit (38,9 grados Celsius)”.
Ahora bien, ¿hasta qué punto debería usted alarmarse si su niño tiene fiebre? Y ¿cuáles son las mejores formas de tratarla?
La importante función de la fiebre
¿A qué se debe la fiebre? La temperatura normal del cuerpo (medida en la boca) es de unos 37 °C (98,6 °F), aunque es común que varíe un grado o más en el transcurso del día,* por lo que quizás sea más baja por la mañana y suba un poco por la tarde. El encargado de regular la temperatura corporal es el hipotálamo, situado en la base del cerebro, y funciona de manera muy similar a un termostato. Cuando el sistema inmunológico, al parecer en respuesta a una invasión de bacterias o virus, libera en la sangre unas sustancias llamadas pirógenos, el hipotálamo “sube” el nivel de la temperatura.
Es importante Hidratar con suero Oral
Aunque la fiebre produce incomodidad y deshidratación, no es necesariamente perjudicial. De hecho, de acuerdo con la Mayo Foundation for Medical Education and Research, parece que la fiebre cumple una función esencial para que el cuerpo se deshaga de las infecciones bacterianas y virales. “A los virus del resfriado y otras infecciones respiratorias les gusta el ambiente fresco. Al producir una leve fiebre, es posible que en realidad el cuerpo esté favoreciendo la eliminación de los virus”, afirma dicha institución. Esta añade que, por ello, “reducir una fiebre leve es innecesario y tal vez estorbe los mecanismos naturales de curación de su hijo”. Como dato de interés, un hospital mexicano incluso trata ciertas enfermedades elevando la temperatura corporal, tratamiento conocido como hipertermia.
El doctor Al Sacchetti, del Colegio Americano de Médicos de Urgencias, explica: “Raras veces la fiebre misma es un problema. No obstante, es una señal de que puede haber una infección. Por lo tanto, cuando un pequeño tiene fiebre, la atención debería concentrarse en el niño y en la posible infección, no en la lectura del termómetro”. La Academia Americana de Pediatría señala: “En general, no es necesario tratar fiebres que estén por debajo de los 101 °F (38,3 °C), a menos que su hijo se sienta incómodo o haya sufrido convulsiones febriles. Incluso temperaturas más elevadas no son en sí mismas peligrosas o significativas, a no ser que su hijo haya tenido convulsiones o padezca una enfermedad crónica. Es más importante vigilar el comportamiento del niño. Si come y duerme bien y tiene ganas de jugar, es probable que no necesite ningún tratamiento”.
Cómo tratar una fiebre leve
Lo anterior no significa que no pueda hacerse nada para ayudar al niño. Algunos especialistas ofrecen los siguientes consejos para tratar una fiebre leve: mantener la habitación del niño agradablemente fresca. Vestirlo con ropa liviana (el calor excesivo puede aumentar la fiebre). Animar al niño a tomar mucho líquido, como agua, jugos de fruta diluidos y sopa, pues la fiebre puede causar deshidratación (las bebidas con cafeína, como las colas y el té negro, son diuréticas y podrían agravar la deshidratación).* No dejar de dar el pecho a los bebés. Y por último, evitar alimentos difíciles de digerir, ya que la fiebre disminuye la actividad del estómago.
Cuando la temperatura corporal sobrepasa los 38,9 °C (102 °F), suele administrarse al niño un antifebril de venta sin receta, como el paracetamol o el ibuprofeno. Con todo, es importante seguir las indicaciones de la etiqueta sobre la dosis (a los niños menores de dos años no se les debe dar ningún medicamento sin consultar al médico). Las medicinas contra la fiebre no son antivirales, por lo que no aceleran la recuperación del niño en caso de resfriado o enfermedades parecidas, aunque sí alivian el malestar. Algunos especialistas recomiendan que a los menores de 16 años no se les dé aspirina para bajar la fiebre, pues está vinculada con el síndrome de Reye, una enfermedad potencialmente mortal.*
También se puede disminuir la fiebre con un baño de esponja, en el que se sienta al pequeño en una tina con unos centímetros de agua tibia y se le pasa una esponja (o toalla) húmeda (no lo frote con alcohol, pues puede ser tóxico).
El recuadro adjunto contiene información útil para decidir en qué momento llamar al médico. La atención médica es de importancia especial en zonas donde predominan infecciones virales como el dengue, el Ebola, la fiebre tifoidea o la fiebre amarilla.
En términos generales, pues, lo mejor es procurar la comodidad del chico. Recuerde que es raro que la fiebre suba tanto que cause daño neurológico o muerte, y que ni siquiera las convulsiones febriles —aunque alarmantes— suelen producir efectos permanentes.
Claro está, más vale prevenir que curar, y una de las formas más eficaces de proteger a su hijo de infecciones es enseñándole reglas básicas de higiene. Los niños deben aprender a lavarse las manos a menudo, sobre todo antes de comer, después de ir al baño, después de haber estado entre mucha gente en un lugar público y después de acariciar animales. Si, a pesar de todos sus esfuerzos, a su pequeño le da una fiebre leve, no se alarme. Como hemos visto, es mucho lo que usted puede hacer para su recuperación.

Llame al médico si el niño

▪ tiene tres meses de edad o menos y su temperatura rectal es de 38 °C (100,4 °F) o más
▪ tiene entre tres y seis meses de edad y su temperatura es de 38,3 °C (101 °F) o más
▪ es mayor de seis meses y su temperatura es de 40 °C (104 °F) o más
▪ no quiere líquidos y presenta síntomas de deshidratación
▪ tiene convulsiones o está muy decaído
▪ sigue con fiebre después de setenta y dos horas
▪ llora inconsolablemente o da señales de confusión o delirio
▪ tiene un sarpullido, dificultad para respirar, diarrea o vómitos frecuentes
▪ tiene rigidez en el cuello o un fuerte y repentino dolor de cabeza

jueves, 19 de diciembre de 2013

Decisiones que repercuten en la salud

Decisiones que repercuten en la salud
COMER bien y mantenerse en forma supone a menudo un desafío. Debido a las presiones de hoy día, parece más ventajoso comer a base de alimentos precocinados que preparar platos con ingredientes frescos, y más fácil ocupar el tiempo libre enfrente del televisor o de la computadora que practicando ejercicio físico. Decidirse por estas opciones, no obstante, puede estar condenando a un creciente número de adultos y de niños a graves problemas de salud.
Según la revista Asiaweek, en el continente asiático, “las dietas ricas en grasas y el aumento de las actividades sedentarias están causando una epidemia de diabetes”. Resulta inquietante que dicha enfermedad esté afectando a miembros cada vez más jóvenes de la sociedad. En Canadá, “los investigadores descubrieron que solo 1 de cada 7 preadolescentes ingiere las cantidades necesarias de frutas y verduras, [y] que solo poco más de la mitad juega hasta el punto de sudar”, informa The Globe and Mail. Este estilo de vida vuelve a los chicos “sumamente propensos a padecer una enfermedad cardíaca antes de llegar a los 40”, afirma el artículo.

Asimismo, los expertos en el tema del sueño indican que los adultos quizá necesiten dormir unas ocho horas cada noche, y los jóvenes, todavía más. De hecho, en un estudio realizado por la Universidad de Chicago, los muchachos sanos que solo habían dormido cuatro horas durante seis noches seguidas comenzaron a dar muestras de problemas médicos normalmente relacionados con la tercera edad. Aunque son muchas las personas que sacrifican valiosas horas de sueño a causa del trabajo, los estudios o el placer, los resultados pueden ser contraproducentes. “Una cosa es funcionar —señala James Maas, investigador del sueño de la Universidad Cornell de Nueva York—, y otra muy distinta es estar alerta, ser creativo y no sufrir ataques involuntarios de sueño cuando se está conduciendo por la autopista.”
Naturalmente, existen otros factores que también repercuten en nuestro bienestar físico. Tener una actitud optimista, por ejemplo, es beneficioso para la salud. Y contar con un verdadero propósito en la vida puede motivarnos a tomar decisiones que contribuyan a mantenernos sanos.

martes, 17 de diciembre de 2013

Seis medidas para proteger la salud

Seis medidas para proteger la salud
Soluciones para los países en desarrollo
A MUCHAS personas les resulta difícil mantenerse limpias, sobre todo en lugares donde escasean el agua potable y los sistemas de saneamiento adecuados. Con todo, la higiene vale la pena, pues más de la mitad de los casos de enfermedad o muerte en la primera infancia se deben a microbios que se introducen en el organismo al tocarse la boca con las manos sucias o al ingerir alimentos o agua contaminados. Las siguientes recomendaciones que ofrece la publicación del UNICEF titulada Para la vida contribuyen a prevenir numerosos problemas de salud, en particular la diarrea.
1 Eliminar higiénicamente los excrementos
Los excrementos están llenos de microbios que pueden ingerirse y ocasionar enfermedades si tienen contacto con el agua, los alimentos, las manos o los utensilios y superficies donde se prepara y sirve la comida. La mejor forma de prevenir la propagación de tales microbios es eliminar por
Letrina Sanitaria Ecologica
completo los excrementos. Para ello hay que hacer uso de los retretes o las letrinas y asegurarse de que no haya estiércol cerca de las viviendas, caminos o donde juegan los niños.
Si no hay retretes o letrinas, tienen que enterrarse inmediatamente las heces, incluidas las de los lactantes, pues portan bacterias que pueden originar enfermedades.
Limpiar periódicamente las letrinas y mantenerlas cubiertas. Cuando se use el inodoro, hay que asegurarse de dejarlo limpio.
2 Lavarse las manos
Lavarse las manos regularmente. No basta con enjuagarse las manos; a fin de eliminar los microbios hay que frotarlas con agua y jabón o con agua y ceniza.
Es importante lavarse las manos después de defecar o de limpiar a un lactante (o cualquier niño) que acabe de defecar. También hay que hacerlo después de tocar algún animal y antes de manipular alimentos o dar de comer a un pequeño.
Lavarse las manos protege de las enfermedades que causan unos pequeños gusanos visibles solo con microscopio. Estos viven en los excrementos, la orina, la superficie del agua y el suelo, así como en la carne cruda o poco cocinada. A fin de que no entren en el organismo es esencial lavarse las manos. Además, llevar calzado cerca de las letrinas impide que tales gusanos penetren en el cuerpo a través de la piel de los pies.
Los niños suelen llevarse las manos a la boca, así que conviene lavárselas a menudo, sobre todo después de defecar y antes de comer. Hay que enseñarles a lavarse las manos y a no jugar cerca de la letrina, el retrete y otros lugares donde se depositen excrementos.
3 Lavarse la cara todos los días
Para prevenir las infecciones oculares hay que lavarse la cara con agua y jabón todos los días. Lo mismo es aplicable a los niños. Una cara sucia atrae a las moscas, las cuales portan bacterias que producen infecciones oculares e incluso ceguera.
Es conveniente revisar los ojos de los niños con frecuencia. Si están húmedos y brillantes, son un indicativo de buen estado físico; pero si se observa sequedad, enrojecimiento, irritación o secreción, debe acudirse a un médico u otro profesional de la salud.
4 Utilizar solamente agua limpia
Las familias que disponen de agua limpia y la mantienen libre de gérmenes sufren menos enfermedades. El agua probablemente será potable si proviene de un sistema de tuberías bien construidas y conservadas, o de pozos o manantiales limpios. En cambio, si procede de lagunas, ríos y depósitos o pozos abiertos es fácil que esté contaminada, aunque puede utilizarse hirviéndola primero.
Hay que mantener los pozos tapados. Conviene lavar con regularidad los baldes, cuerdas y jarras que se utilicen para recoger y almacenar agua, y no dejarlos en el suelo, sino en un lugar limpio. Los animales tienen que mantenerse lejos de las fuentes de agua potable y de las viviendas. No se deben usar pesticidas ni otros productos químicos cerca de dichas fuentes.
En el hogar, el agua debe guardarse en un recipiente limpio y tapado. Lo ideal es que el envase cuente con un grifo; de no ser así, habrá que sacar el agua con un cucharón o taza limpios, sin tocarla nunca con las manos sucias.
5 Proteger los alimentos de los microbios
La buena cocción elimina los gérmenes. Es preciso que los alimentos estén bien cocinados, sobre todo las carnes. Las bacterias se reproducen con rapidez en la comida tibia. Por ello, hay que consumirla en cuanto esté lista. En el caso de que haya que guardar un alimento preparado durante más de dos horas, tiene que conservarse en un lugar frío o caliente, y si se va a consumir en otra ocasión, ha de cubrirse. Esta medida protege la comida de moscas y demás insectos. Cuando va a consumirse la comida, hay que recalentarla.
La leche materna es la mejor y la más segura para los lactantes y los niños de corta edad. La leche de origen animal pasteurizada o recién hervida es más segura que la que no se ha hervido. No deben utilizarse biberones a menos que se hiervan antes de cada uso, pues suelen contener microbios que provocan diarrea. Es mejor amamantar a los niños o emplear un recipiente limpio y abierto.
Es importante lavar la fruta y las hortalizas con agua limpia, sobre todo si los bebés y los niños pequeños van a ingerirlas crudas.
6 Eliminar todos los desperdicios domésticos
Los microbios son propagados por moscas, cucarachas, ratas y ratones, que suelen vivir entre desperdicios. Si en la comunidad no hay servicio de recolección de basura, los desperdicios domésticos se echarán en un hoyo y se quemarán a diario. Las viviendas tienen que mantenerse limpias y sin desechos.
Quienes sigan con constancia estas recomendaciones verán que en poco tiempo se convierten en parte de sus tareas cotidianas. No son difíciles ni requieren mucho dinero, y protegerán su salud y la de su familia.

jueves, 5 de diciembre de 2013

El regreso de los microbios

El regreso de los microbios: por qué se han vuelto resistentes
TODO parece indicar que los virus, las bacterias, los protozoos y los hongos, así como otros microorganismos, han existido desde que comenzó la vida en la Tierra. Aunque constituyen las formas de vida más simples que habitan nuestro planeta, su increíble adaptabilidad les permite sobrevivir donde ningún otro ser puede hacerlo. Por ejemplo, se encuentran tanto en las abrasadoras fuentes termales de los lechos marinos como en las gélidas aguas del océano Ártico. En la actualidad, estos microbios repelen con éxito el ataque más intenso de su historia: el de los fármacos antimicrobianos.
Hace cien años se sabía que algunos microorganismos, o microbios, causaban determinadas enfermedades, pero nadie había oído hablar de medicinas capaces de combatirlos. Cuando alguien contraía una grave infección, los médicos poco podían hacer salvo brindarle apoyo moral. El sistema inmunológico del enfermo tenía que vencer la infección por sí mismo. Si sus defensas no estaban fuertes, las consecuencias eran a menudo trágicas. La gente moría incluso por un pequeño rasguño infectado.
Es lógico, pues, que el descubrimiento de los primeros medicamentos antimicrobianos seguros —los antibióticos— revolucionara el mundo de la medicina.* El empleo terapéutico de las sulfamidas en la década de 1930 y de sustancias como la penicilina y la estreptomicina en los años cuarenta dio paso a un aluvión de descubrimientos en las décadas subsiguientes. Para los años noventa, el arsenal de antibióticos incluía unos ciento cincuenta compuestos, agrupados en quince familias.
Expectativas frustradas
En las décadas de 1950 y 1960 hubo quienes comenzaron a celebrar la victoria sobre las infecciones. Algunos microbiólogos incluso creyeron que dichas dolencias pronto serían un mero y triste recuerdo. En 1969, el director general de Salud Pública de Estados Unidos declaró ante el Congreso que en breve la humanidad podría “olvidarse para siempre de las enfermedades infecciosas”. En 1972, el premio Nobel Macfarlane Burnet, en colaboración con David White, escribió: “El pronóstico más probable sobre el futuro de las enfermedades infecciosas es que lo van a tener muy negro”. En efecto, algunos pensaron que tales afecciones podrían eliminarse de una vez por todas.
Al creer que las infecciones habían sido derrotadas, se generalizó un exceso de confianza. Una enfermera familiarizada con la grave amenaza que constituían los microbios antes de la aparición de los antibióticos observó que algunas colegas jóvenes habían descuidado las normas básicas de higiene. Cuando les recordó que se lavaran las manos, le contestaron: “No se preocupe, ahora tenemos antibióticos”.
Sin embargo, la dependencia y el abuso de los antibióticos han tenido consecuencias desastrosas. Las enfermedades infecciosas han persistido y, peor aún, se han convertido en la principal causa de muerte del mundo. Otros factores que han contribuido a la propagación de tales afecciones son el caos de la guerra, el aumento de la desnutrición en los países en desarrollo, la falta de agua limpia, las malas condiciones higiénicas, los rápidos medios de transporte internacional y el cambio climático mundial.
Bacterias resistentes
Baterías Resistentes
La increíble resistencia de los microbios comunes se ha convertido en un grave problema, algo que poca gente esperaba. Sin embargo, en retrospectiva, deberíahaberse previsto que estos microorganismos terminarían por hacerse inmunes a los medicamentos. ¿Por qué? Veamos, por ejemplo, lo que sucedió con el DDT, insecticida descubierto a mediados de los años cuarenta.* Los lecheros aplaudieron el invento, ya que las moscas desaparecían en cuanto se aplicaba el veneno. Sin embargo, unas cuantas moscas sobrevivieron, y las siguientes generaciones heredaron la inmunidad contra el DDT. En poco tiempo, estos insectos inmunizados se multiplicaron por millares.
Incluso antes de que se utilizara el DDT, y de que la penicilina saliera a la venta en 1944, las bacterias patógenas ya habían dado muestras de su prodigioso arsenal defensivo. El doctor Alexander Fleming, descubridor de la penicilina, conocía el problema. En su laboratorio observó cómo sucesivas generaciones deStaphylococcus aureus —bacteria que medra en los hospitales— desarrollaban una pared celular cada vez más resistente al medicamento que él había descubierto.
Hace ya unos sesenta años, las observaciones del doctor Fleming lo motivaron a dar la advertencia de que las bacterias dañinas de una persona infectada podían hacerse inmunes a la penicilina. De modo que si las dosis de antibiótico no mataban suficientes bacterias, las generaciones sucesivas de tales microbios serían resistentes al medicamento y se multiplicarían. Por consiguiente, la enfermedad resurgiría, pero entonces la penicilina no podría curarla.
El libro The Antibiotic Paradox (La paradoja de los antibióticos) comenta: “Las predicciones de Fleming se cumplieron de un modo mucho más devastador del que jamás imaginó”. ¿Cómo ha podido suceder? Pues bien, en algunas cepas de bacterias, los genes —los planos en miniatura contenidos en el ADN— producen enzimas que anulan la penicilina. Por tal razón, a menudo es inútil incluso la administración prolongada de este medicamento, lo cual ha supuesto, sin duda, un duro golpe.
En un intento por ganar la batalla contra las enfermedades infecciosas, desde 1940 hasta 1970 salieron con regularidad al mercado nuevos antibióticos. También se descubrieron algunos en las décadas de 1980 y 1990. Estos nuevos antibacterianos podían curar infecciones ocasionadas por microbios resistentes a fármacos anteriores. Pero en cuanto pasaban varios años, surgían cepas de bacterias que desafiaban también a estos últimos productos.
Los científicos han descubierto que el sistema de defensa de las bacterias es asombrosamente ingenioso. Por ejemplo, son capaces de modificar su pared celular a fin de impedir que penetre el antibiótico o alterar su funcionamiento para que no logre matarlas. Por otro lado, las bacterias pueden expulsarlo tan pronto entra o sencillamente anular sus efectos descomponiéndolo.
Dado que el uso de antibióticos ha aumentado, las cepas de bacterias resistentes se han multiplicado y propagado. ¿Quiere decir eso que los antibióticos son un completo fracaso? No, al menos en la mayoría de los casos. Si uno de ellos no cura cierta infección, por lo general lo logra otro. La resistencia de los microbios ha constituido un verdadero problema, pero hasta el día de hoy se ha podido controlar.
Resistencia a varios fármacos
El Ebola (Reportes médicos)
Con el tiempo, los científicos descubrieron con horror que las bacterias intercambian genes entre ellas. Al principio se creyó que eso solo sucedía entrebacterias de la misma clase, pero luego se hallaron los mismos genes resistentes en bacterias completamente diferentes. Por medio de tales intercambios, distintos tipos de bacterias se han hecho inmunes a muchos medicamentos de uso común.
Por si fuera poco, estudios realizados en los años noventa revelaron que algunas bacterias pueden desarrollar resistencia por sí mismas. Incluso en presencia de un solo antibiótico, algunas se hacen inmunes a varios fármacos, tanto naturales como sintéticos.
Perspectivas nada halagüeñas
Aunque la mayoría de los antibióticos todavía suelen funcionar, ¿lo harán en el futuro? El libro The Antibiotic Paradox señala: “Ya no podemos esperar que una infección se cure con el primer antibiótico que tomamos”. Y añade: “En algunas partes del mundo, el que haya un número limitado de antibióticos equivale a que no haya ninguno que sea eficaz. [...] La gente sufre y muere a causa de enfermedades que, según las predicciones de hace cincuenta años, iban a ser eliminadas de la faz de la Tierra”.
Las bacterias no son los únicos microbios que se han hecho resistentes a las medicinas. Los virus, al igual que los hongos y otros diminutos parásitos, han demostrado una enorme adaptabilidad, de modo que han surgido cepas que amenazan con frustrar todos nuestros esfuerzos por descubrir y producir fármacos capaces de combatirlos.
Entonces, ¿qué puede hacerse? ¿Es posible eliminar, o al menos contener, la farmacorresistencia de los microbios? ¿Cómo pueden los antibióticos y otros antimicrobianos seguir combatiendo con éxito los gérmenes en un mundo cada vez más acuciado por las enfermedades infecciosas?

Antibióticos su uso indebido causa resistencia de virus
 baterías.
El término antibiótico se utiliza comúnmente para referirse a aquellos fármacos que combaten las bacterias. La palabra antimicrobiano es más general y abarca todos aquellos medicamentos que batallan contra los microbios patógenos, sean estos virus, bacterias, hongos o diminutos parásitos.
Los insecticidas son venenos, pero también lo son los medicamentos. Ambos han resultado ser útiles y a la vez perjudiciales. Aunque los antibióticos matan las bacterias dañinas, también eliminan las beneficiosas.

¿Qué son los fármacos antimicrobianos?
  Los antibióticos que nos receta el médico pertenecen a un grupo de fármacos denominados antimicrobianos, a los que se incluye en la categoría de quimioterapia (tratamiento de las enfermedades con sustancias químicas). Aunque este procedimiento médico suele vincularse con el cáncer, originalmente se usaba —y todavía se usa— con referencia al tratamiento de las enfermedades infecciosas, en cuyo caso recibe el nombre de quimioterapia antimicrobiana.
  Los microorganismos, o microbios, son diminutas formas de vida que solo pueden verse al microscopio, y los antimicrobianos son productos químicos que combaten los microbios causantes de enfermedades. Lamentablemente, estos medicamentos también atacan a los microbios beneficiosos.
  En 1941, Selman Waksman, codescubridor de la estreptomicina, utilizó el términoantibiótico para referirse a sustancias antibacterianas producidas por ciertos microorganismos. Los antibióticos, al igual que otros antimicrobianos empleados con fines terapéuticos, se consideran valiosos debido a su toxicidad selectiva, es decir, su capacidad para envenenar a los microbios sin intoxicar gravemente a las personas.
  Con todo, no hay antibiótico que no entrañe por lo menos cierto grado de toxicidad para el ser humano. El margen entre la eficacia del medicamento y su toxicidad se llama índice terapéutico. Cuanto mayor sea dicho índice, más seguro será el fármaco, y cuanto menor sea, más peligroso. De hecho, se han descubierto miles de sustancias antibióticas, pero la mayoría de ellas no pueden utilizarse con fines medicinales porque son demasiado tóxicas para el hombre o para los animales.
  El primer antibiótico natural para uso interno fue la penicilina, sustancia segregada por un hongo denominado Penicillium notatum. La penicilina se administró por primera vez de forma intravenosa en 1941. Poco después, en 1943, se aisló la estreptomicina, fármaco obtenido a partir de la bacteria Streptomyces griseus, que habita en el suelo. Con el tiempo se descubrieron numerosos antibióticos producidos por microorganismos y se fabricaron muchos más sintéticamente. Pese a ello, las bacterias se han hecho resistentes a gran parte de estos medicamentos, convirtiéndose en una amenaza para la salud mundial.

Tipos de microbios

  Los virus, los gérmenes más diminutos que existen, causan males comunes como el resfriado, la gripe y la faringitis, pero también enfermedades tan terribles como la poliomielitis, el Ebola y el sida.
  Las bacterias son organismos unicelulares tan simples que carecen de núcleo y por lo general solo tienen un cromosoma. En nuestro cuerpo habitan billones de ellas, mayormente en el tracto digestivo. Nos ayudan a digerir los alimentos y constituyen nuestra principal fuente de vitamina K, necesaria para la coagulación sanguínea.
  Se conocen unas cuatro mil seiscientas especies de bacterias, de las cuales solo unas trescientas son patógenas (o causantes de infecciones). Aun así, estos gérmenes son capaces de provocar una larga serie de enfermedades tanto a plantas como a animales y personas. Entre las dolencias que pueden ocasionar al hombre se encuentran la tuberculosis, el cólera, la difteria, el ántrax (carbunco), la caries dental, ciertos tipos de neumonía y algunas enfermedades de transmisión sexual.
  Los protozoos, al igual que las bacterias, son organismos unicelulares, pero pueden tener más de un núcleo. Entre ellos se cuentan las amebas y los tripanosomas, así como los parásitos causantes del paludismo. Un tercio de los protozoos existentes —unos diez mil— son parásitos, aunque solo unos cuantos provocan enfermedades a los seres humanos.
  Los hongos también causan enfermedades. Estos organismos poseen un núcleo y un cuerpo filamentoso muy ramificado. Las infecciones más comunes que ocasionan son la candidiasis (cándida) y la tiña, como por ejemplo la tiña del pie (pie de atleta). Por lo general solo se ven gravemente aquejados de infecciones por hongos quienes cuentan con pocas defensas debido a desnutrición, cáncer, consumo de medicamentos o infecciones virales que inhiben el sistema inmunológico.



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