domingo, 20 de septiembre de 2020

El polen: ¿amigo o enemigo?

 



El polen: ¿amigo o enemigo?

Achís! Para millones de personas, este sonido, sumado a la irritación y la secreción acuosa de los ojos y la nariz, anuncia la llegada de la primavera. El desencadenante es, por lo general, el polen ambiental. En efecto, es un elemento clave de la rinitis alérgica estacional (también conocida como fiebre del heno), afección que, según la revista BMJ (antes British Medical Journal), padece 1 de cada 6 habitantes del mundo industrializado. Una proporción nada sorprendente, teniendo en cuenta la enorme cantidad de polen que se libera en la atmósfera.

Los científicos calculan que los bosques de píceas del tercio sur de Suecia producen 75.000 toneladas de polen al año. Una sola planta de ambrosía —la pesadilla de los alérgicos de Norteamérica— puede liberar en un solo día un millón de granos, que se dispersan con el viento, llegando a alcanzar tres kilómetros de altura y a alejarse 600 kilómetros de la costa.

Ahora bien, ¿por qué causan estos diminutos granos una reacción alérgica en algunas personas? Antes de abordar esta cuestión, examinémoslos y veamos su sorprendente diseño.

Polvillo de vida

De acuerdo con The Encyclopædia Britannica, el polen se “forma en la antera, parte del órgano reproductor masculino de las fanerógamas (plantas con semillas), y el viento, el agua, los insectos y otros agentes lo transportan al pistilo, el órgano femenino, donde tiene lugar la fecundación”.

El polen de las angiospermas (plantas con flores) consta de tres secciones: el núcleo, que contiene los gametos (células sexuales), y dos membranas protectoras. Aunque su capacidad de germinación es —salvo raras excepciones— de solo días o semanas, la capa externa del grano es muy dura y resiste ácidos, álcalis e incluso altas temperaturas. Dado que llega a permanecer intacta miles de años, en el suelo se encuentra polen en abundancia. De hecho, los científicos han aprendido mucho sobre la historia botánica del planeta estudiando los granos hallados en muestras de tierra tomadas a diferentes profundidades.

 

Esta historia es bastante exacta gracias a que la pared externa de los granos posee un dibujo peculiar, el cual, dependiendo de la variedad, puede ser liso o presentar diversos relieves, tales como estrías, púas y protuberancias. “Por ello, a la hora de identificar una especie, el polen es tan fiable como una huella dactilar”, afirma el profesor de Antropología Vaughn M. Bryant, hijo.

Cómo se produce la polinización


Cuando el grano entra en contacto con una parte del pistilo llamada estigma, se produce una reacción química que conduce a que se hinche el grano y a que de él crezca el tubo polínico, por el que se desplazan los gametos hasta llegar al óvulo y fecundarlo. De este modo surge una semilla que, una vez madura, germinará si se encuentra en el lugar adecuado.

Algunas fanerógamas presentan exclusivamente órganos masculinos o, por el contrario, femeninos; pero lo cierto es que la mayoría contienen ambos, de modo que elaboran tanto polen como óvulos. Determinadas plantas recurren a la autopolinización, y otras a la polinización cruzada, es decir, a la transferencia de polen a otros individuos de especie igual o semejante. Estas últimas “suelen evitar la autopolinización liberando el polen antes o después de la maduración de sus propios estigmas”, señala The Encyclopædia Britannica. Otras plantas disponen de medios para diferenciar químicamente su propio polen del de sus congéneres. Si detectan un grano originado por ellas mismas, lo inhiben, casi siempre deteniendo el crecimiento del tubo polínico.

En las zonas de gran variedad vegetal hay un auténtico cóctel de pólenes. ¿Cómo consigue cada especie justo el que necesita? Algunas, como los pinos, se valen de complejos principios de aerodinámica.

Producto del viento

Los órganos reproductores masculinos del pino crecen agrupados y, cuando maduran, liberan al aire gran cantidad de polen. Los científicos han descubierto que las piñas (conos femeninos), junto con las agujas que las rodean, canalizan el flujo de aire de tal forma que el polen se arremolina y se deposita en la parte reproductora de las escamas de la piña, las cuales se separan ligeramente cuando esta se encuentra lista para la polinización.

 



El investigador Karl J. Niklas realizó pruebas exhaustivas sobre la aerodinámica y el ingenioso diseño de las piñas. En la revista Investigación y Ciencia escribió: “Nuestras investigaciones revelan que la forma específica de la piña producida por cada pino se traduce en una serie de modificaciones idiosincrásicas [distintivas] de los patrones del flujo de aire [...]. Análogamente, cada clase de polen tiene un tamaño, una forma y una densidad específicos, por lo que interactúa a su manera con la turbulencia”. ¿Es eficaz esta técnica? Niklas afirma: “La mayoría de las piñas estudiadas por nosotros filtraban su ‘propio’ polen, pero no el de otras especies”.

Afortunadamente para los alérgicos, no todas las plantas se polinizan por la acción del viento. En muchos casos intervienen los animales.

Seducidos por el néctar

Algunas plantas se valen de ganchos, púas o fibras pegajosas para adherir el polen a los insectos, aves y pequeños mamíferos que acuden a ellas en busca de comida. Uno de tales transportistas, el abejorro, lleva sobre su velludo cuerpo hasta 15.000 granos en un solo viaje.

De entre todos los polinizadores de las angiospermas sobresale la abeja, que recibe a cambio de sus servicios dulce néctar y nutritivo polen, alimento este último que le aporta proteínas, vitaminas, minerales y grasas. En una extraordinaria labor de equipo, estos insectos visitan más de cien flores en cada viaje, durante el cual recogerán polen o néctar de la misma especie hasta obtener suficiente o agotar las existencias. Este sorprendente 
 
y peculiar comportamiento instintivo garantiza una adecuada polinización.

Engañados por las flores

En lugar de realizar un dulce intercambio, algunas plantas recurren a elaboradas tretas para obligar a los insectos a polinizarlas. Pensemos en la Drakaea elastica, orquídea natural de Australia Occidental cuyo pétalo inferior, llamado labelo, resulta idéntico —incluso para el ojo humano— a ciertas avispas, las orondas hembras sin alas de los tínidos. La flor llega al punto de imitar la feromona que estas emplean como atrayente sexual. En el extremo de un pequeño tallo, justo sobre este reclamo tan seductor, se hallan unos depósitos pegajosos repletos de polen.

El macho, atraído por el olor de la feromona de imitación, se aferrará a su “compañera” y tratará de llevársela volando. Al tomar impulso, sin embargo, se elevará con ella y ambos chocarán contra los pegajosos sacos polínicos. Al ver su error, soltará el señuelo —que está bien unido a una especie de resorte que lo devuelve a su lugar— y remontará el vuelo. No tardará en caer de nuevo en el ardid.

Sin embargo, una vez que las avispas hembras salgan de sus pupas subterráneas, el macho irá tras ellas y no tras las impostoras. Oportunamente, la orquídea florece varias semanas antes de la eclosión.

El porqué de las alergias


¿Por qué son alérgicas al polen algunas personas? Cuando estos diminutos granos entran por la nariz, quedan atrapados en la mucosidad nasal. De allí pasan a la garganta, donde o bien son tragados, o bien expulsados al toser, por lo general sin complicación alguna. A veces, sin embargo, activan el sistema inmunológico.

El problema radica en las proteínas de ciertos pólenes, que son vistas por el sistema inmunológico del alérgico como nocivas. En tal caso se inicia una reacción en cadena en la que las células cebadas, presentes en el tejido conjuntivo, liberan una enorme cantidad de histamina. Esta dilata los vasos sanguíneos y los hace más permeables, permitiendo que salgan al exterior fluidos ricos en células inmunológicas. En circunstancias normales, dichas células viajan a la herida o al foco de infección para colaborar en la eliminación de los dañinos invasores. En el organismo del alérgico, sin embargo, el polen desencadena una falsa alarma, lo que se traduce en inflamación, irritación y secreción nasal, y ojos llorosos.

Los investigadores creen que la propensión a ser alérgico es hereditaria, aunque quizá no se relacione con un alérgeno específico. Otro factor desencadenante también podría ser la contaminación. “En Japón se descubrió una relación directa entre la sensibilidad al polen y el hecho de residir en zonas con niveles elevados de partículas originadas por la combustión de gasóleo que, de acuerdo con experimentos realizados con animales, propician la sensibilidad a ciertos alérgenos”, afirma la revista BMJ. 

Afortunadamente, los antihistamínicos alivian los síntomas de muchos alérgicos.  Como su nombre indica, estos fármacos contrarrestan la acción de la histamina. Sin embargo, pese a que el polen causa cierta irritación, es imposible no quedar maravillado por el ingenio evidente tanto en el diseño como en los métodos de dispersión de este polvillo de vida, sin el cual la Tierra sería un planeta totalmente estéril.

miércoles, 16 de septiembre de 2020

 

               

Aliméntese bien

“Coma comida. No coma demasiado. Sobre todo, coma vegetales.” Con estas palabras, el periodista Michael Pollan encapsula una recomendación dietética muy sencilla que ha superado la prueba del tiempo. ¿En qué consiste?

Consuma alimentos frescos. Propóngase comer comida “de verdad” —alimentos integrales y frescos que el hombre ha consumido durante milenios—, en vez de los modernos alimentos procesados. Los productos preenvasados y los que se sirven en restaurantes de comida rápida suelen tener un alto contenido de azúcar, sal y grasa, lo cual se relaciona con las enfermedades cardíacas, los derrames cerebrales, el cáncer y otras patologías graves. Pruebe a cocinar al vapor, hornear y asar los alimentos en lugar de freírlos. Use más hierbas y especias para reducir el consumo de sal. Asegúrese de que las carnes estén bien cocinadas y nunca ingiera comida en mal estado.

No coma demasiado. La Organización Mundial de la Salud (OMS) informa del peligroso aumento en todo el mundo del número de personas con sobrepeso y obesas, debido en muchos casos a comer en exceso. Un estudio reveló que en ciertas partes de África “hay más niños con sobrepeso que desnutridos”. Los niños obesos corren el riesgo de padecer problemas de salud, como diabetes, ahora y en el futuro. Padres: den ejemplo a sus hijos limitando las porciones que ustedes mismos ingieren.

Coma sobre todo vegetales. Un menú balanceado consiste en más frutas, verduras y granos integrales que carnes y almidones. Sustituya la carne por pescado una o dos veces a la semana. Reduzca el consumo de alimentos refinados, como pastas, pan y arroz blancos, que han perdido gran parte de su valor nutritivo. Pero evite las dietas de moda que puedan ser peligrosas. Padres: preserven la salud de sus hijos creándoles el gusto por los alimentos sanos. Por ejemplo, en vez de darles papas fritas o caramelos para picar entre comidas, denles frutos secos, y frutas y hortalizas frescas bien lavadas.

Beba mucho líquido. Tanto los adultos como los niños necesitan beber en abundancia agua y otros líquidos no azucarados todos los días, en especial cuando hace calor y cuando están realizando trabajo físico o haciendo ejercicio. Los líquidos favorecen la digestión, desintoxican el organismo, embellecen la piel y ayudan a adelgazar. Contribuyen a que uno se sienta y se vea formidable. Evite el exceso de alcohol y de bebidas azucaradas. Una sola gaseosa o refresco al día puede añadirle unos 7 kilos (15 libras) al año.

Conseguir agua potable en algunos países es una tarea ardua y costosa; aun así, su consumo es vital. El agua contaminada debe hervirse o tratarse mediante sustancias químicas. Se dice que el agua sucia mata más gente que las guerras o los terremotos: 4.000 niños mueren cada día por su culpa. La OMS recomienda dar exclusivamente leche materna a los bebés durante los primeros seis meses de vida, y luego complementar la lactancia con otros alimentos hasta que cumplan por lo menos dos años.

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